La utilización del techo es una práctica antigua que se remonta a los primeros años de la historia de la humanidad; su función era la de proteger a sus habitantes de las inclemencias climáticas. Desde el momento de su invento, su desarrollo no ha parado y se su uso se ha diversificado de acuerdo a varias necesidades climatológicas. Muchas veces observamos patrones de construcción en zonas específicas: en algunas vemos que el techo es inclinado por las lluvias; en otros vemos que el material para el techado es de metal, asfalto, yeso, madera, etc. Uno de los materiales más resistentes es el concreto, capaz de resistir fuertes tormentas, aunque no tan extremas como las que podría resistir un techo hecho totalmente de concreto.
El techado de concreto se puede clasificar según la forma de sus tejas: la primera es plana, la segunda tiene ligeras curvas y la tercera es curvilínea. Estas tejas están hechas generalmente de varios tipos de cemento, cenizas de fondo, arena, y otros elementos en menor proporción. Gracias a la especialización de las técnicas de producción, las tejas pueden tener varios acabados que se ajustan al estilo de la casa y no el tradicional color gris.
Por otro lado, su precio es superior a otros materiales debido a que duran mucho más ya que su periodo de vida es de 40 a 50 años. Sin embargo, al ser su instalación muy difícil y de mucha precisión a veces el albañil puede cometer errores en su instalación, lo que puede ocasionar una disminución en su duración.
Reponer una teja es fácil y hasta uno mismo puede hacerlo, por lo que se aconseja apuntar el código de modelo, la fecha y la empresa para encontrar los repuestos rápidamente. También la limpieza es fácil, aunque uno debe tener cuidado con el peso que pueden soportar las tejas porque una teja pesada soporta más peso que una liviana.