Una oficina no es solamente un lugar de trabajo; es un lugar en donde se vive mucho tiempo, por lo que, idealmente, debería ser un espacio cómodo y agradable. Una oficina es sinónimo de orden y funcionalidad, pero eso no implica que el espacio sea aburrido y sistemático.
Una oficina tiene que tener dinamismo, color, quiebres en las formas, contrastes, luz, etc., de lo contrario se vuelve un símbolo de la monotonía que puede llegar a afectar al “oficinista”.
Si pensáramos en una oficina, se nos viene inevitablemente un elemento a la mente: los libreros. Sea una moda o una necesidad, los libreros siempre han estado presentes en una oficina, por lo que determinan en gran medida su carácter.
Normalmente, se tiene la idea de un librero como algo rígido y cuadricular, que sirve solamente como depósito de libros o archivos; pero un librero no necesariamente tiene que ser así. Con el desarrollo de la decoración y el diseño industrial se han creado propuestas más atrevidas de libreros. Los hay en forma de letras, de árboles, circulares, diagonales, irregulares, en forma de mapas, de notas musicales, violetas, grises, amarillo limón y un interminable etcétera, al que solo la imaginación puede aproximarse.
Si lo que se busca para la oficina es algo más tradicional e impersonal, siempre está la opción de los libreros convencionales. Esto no significa que estos sea incapaces de decorar, pero para hacerlo necesitan de algunas tácticas. Una buena iluminación es necesaria para resaltar el librero, por lo que también se tiene que considerar el color de las paredes. Se tienen que escoger colores que sean análogos, de tal forma que exista equilibrio. Por otro lado, un librero no tiene que solo tener libros; se pueden poner adornos decorativos, fotos familiares, etc.